Según éste artículo del Harpers Magazine que me ha mandado Juan, Google sigue intentando mostrar su cara simpática y amable al mundo, mientras que la realidad tras esa fachada es bien distinta.
El dilema esta vez no entra en la monopolización de servicios o las prácticas contractuales abusivas de éstos. Esta vez el culpable de que su imagen de buen rollo se vaya al traste es la gestión energética de su Centro de Datos en The Dalles, Oregon.
Con dos plantas del tamaño de campos de fútbol (esta medida se está asentando como la Unidad de superficie Universal), será el intento de Google de conseguir el ŕecord en unidades de computación por metro cuadrado. Apilando servidores en racks, tantos que ni la propia compañía conoce el número exacto, que se estima cercano al millón, Google ha conseguido colocarse como una de las mayores potencias en procesado de datos del mundo.
Cada vez que alguien pulsa «Busca con Google», miles de servidores amasan conjuntamente petabytes de información, consumiendo decenas de millones de ciclos de CPU para devolver el resultado de la indización de la araña. Los servidores, apilados en racks y unidos con Velcro para facilitar su intercambio, tienen un gran problema: generan mucho calor. Por cada 3 Watios de consumo, 1 está destinado a la refrigeración de las máquinas. Y aquí empiezan los quebraderos de cabeza energéticos de Google.
En una campaña cuyo efecto inmediato fue la subida del precio de las acciones de la compañía, se anunció el desarrolló de un plan para generar un Gigawatio de energía limpia, como antídoto verde a los excesos energéticos de la antigua industria del siglo veinte. Pero gran parte de esa energía se utiliza para paliar los excesos propios, como se puede observar en los datos del Rio Columbia que, con 14 centrales hidroeléctricas a lo largo de su flujo, se ha convertido en la fuente de energía barata favorita de los datacenters estadounidenses. Y estos datos nos dicen que la web no es un almacén etéreo de ideas, que se propagan sobre nuestras cabezas como auroras boreales. Es una nueva industria pesada, un sumidero de energía que cada vez está más hambriento.
Google planea ahora, al igual que otras grandes como Yahoo! y Microsoft, migrar a mercados energéticos más baratos. Microsoft ha anunciado planes para abrir un centro de datos en Siberia, AT&T ha puesto en marcha dos en Shangai, y Google tiene la vista fijada en Dublin y en Lituania, lugares donde los combustibles fósiles son el aporte mayoritario para la generación de energía. En el caso de Lituania, el 78% de la energía de sus redes procede de centrales nucleares.
La industria de la tecnología ha rebautizado Internet como La Nube. La metáfora es apta tanto por nuestras nubladas nociones de una Web ecológica como por la tormenta que se acerca a una cultura basada en exprimir sus recursos naturales.
Con dos plantas del tamaño de campos de fútbol (esta medida se está asentando como la Unidad de superficie Universal), será el intento de Google de conseguir el ŕecord en unidades de computación por metro cuadrado. Apilando servidores en racks, tantos que ni la propia compañía conoce el número exacto, que se estima cercano al millón, Google ha conseguido colocarse como una de las mayores potencias en procesado de datos del mundo.
Cada vez que alguien pulsa «Busca con Google», miles de servidores amasan conjuntamente petabytes de información, consumiendo decenas de millones de ciclos de CPU para devolver el resultado de la indización de la araña. Los servidores, apilados en racks y unidos con Velcro para facilitar su intercambio, tienen un gran problema: generan mucho calor. Por cada 3 Watios de consumo, 1 está destinado a la refrigeración de las máquinas. Y aquí empiezan los quebraderos de cabeza energéticos de Google.
En una campaña cuyo efecto inmediato fue la subida del precio de las acciones de la compañía, se anunció el desarrolló de un plan para generar un Gigawatio de energía limpia, como antídoto verde a los excesos energéticos de la antigua industria del siglo veinte. Pero gran parte de esa energía se utiliza para paliar los excesos propios, como se puede observar en los datos del Rio Columbia que, con 14 centrales hidroeléctricas a lo largo de su flujo, se ha convertido en la fuente de energía barata favorita de los datacenters estadounidenses. Y estos datos nos dicen que la web no es un almacén etéreo de ideas, que se propagan sobre nuestras cabezas como auroras boreales. Es una nueva industria pesada, un sumidero de energía que cada vez está más hambriento.
Google planea ahora, al igual que otras grandes como Yahoo! y Microsoft, migrar a mercados energéticos más baratos. Microsoft ha anunciado planes para abrir un centro de datos en Siberia, AT&T ha puesto en marcha dos en Shangai, y Google tiene la vista fijada en Dublin y en Lituania, lugares donde los combustibles fósiles son el aporte mayoritario para la generación de energía. En el caso de Lituania, el 78% de la energía de sus redes procede de centrales nucleares.
La industria de la tecnología ha rebautizado Internet como La Nube. La metáfora es apta tanto por nuestras nubladas nociones de una Web ecológica como por la tormenta que se acerca a una cultura basada en exprimir sus recursos naturales.